El euro digital está cada vez más cerca. El Banco de España ha autorizado la primera prueba piloto del llamado ‘euro digital’. Se llevará a cabo en los próximos meses y servirá para medir el funcionamiento de esta nueva herramienta y despejar el camino sobre cómo ha de regularse.
Hace cientos de años, hubo un invento que revolucionó el comercio mundial: el papel moneda (o billete) que cambió para siempre la forma en que las personas intercambiaban sus bienes. Su origen está en China, donde lo llamaban «dinero volante».
Hoy, es este mismo país el que está liderando lo que parece ser una nueva revolución para la economía del planeta: la moneda digital.
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China ya tiene un modelo de yuan digital muy avanzado que tiene como objetivo reemplazar parte de los billetes y las monedas en circulación.
Aunque puede dar lugar a la confusión, una moneda digital y una criptomoneda como el Bitcoin tienen muy poco que ver:
Las criptomonedas son activos financieros y se usan como vehículos de inversión. Su valor sufre fuertes variaciones y eso no les permite cumplir con las tres funciones básicas del dinero: medio de pago, unidad de cuenta y resguardo de valor.
El euro digital, en cambio, sería una moneda del banco central, emitida por el BCE. Es diferente al ‘dinero privado’ que tenemos, por ejemplo, en la cuenta corriente de nuestro banco y representaría, entre otras muchas cosas, el dinero en efectivo que usamos a diario.
Este euro digital podría utilizarse desde una tarjeta o una aplicación en el teléfono móvil para pagar con euros digitales y es necesario, dicen los principales organismos, en el actual contexto de digitalización.
El Banco Central Europeo está trabajando desde 2021 en un prototipo de euro digital. El objetivo es presentar este año un modelo de moneda digital sencilla, compatible con la estabilidad monetaria y seguro para todos. Si todo marcha según lo previsto, el euro digital podría estar en circulación en 2025 o 2026.
El BCE ha dejado claro que más que un sustituto del efectivo, sería más bien un instrumento complementario para facilitar los pagos de los ciudadanos europeos, disminuyendo los costes de transacción y aumentando la confianza en las operaciones digitales y en el dinero público.
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Aunque el dinero físico perviva, en una economía cada vez más digitalizada y moderna será cada vez más ineficiente, residual y controvertido.
Si la propuesta de euro digital admite que los ciudadanos puedan depositar su dinero en el BCE, el papel de los bancos podría hacerse irrelevante y afectaría severamente a la intermediación financiera tradicional. La razón es que los ciudadanos preferirían depositar el dinero en el BCE antes que en un banco comercial, que siempre supondría más riesgo.
En España, según la encuesta nacional sobre el uso de efectivo que realiza el Banco de España, el uso de dinero físico en las transacciones de los ciudadanos se mantiene a la baja desde 2014, año en el que el 80 % de los encuestados lo elegía como su primera opción.
En 2020, año de la pandemia y en el que el Banco de España hizo la última encuesta, el 39 % de los ciudadanos manifestaron utilizar el efectivo como medio de pago más habitual, siendo los segmentos de la población de menor y mayor edad los que más lo utilizaban.
Algunos países del norte de Europa ya han reducido muy significativamente el uso del efectivo; en el caso de Suecia, ya en 2020 a menos del 10 %. De hecho, su banco central, el más antiguo del mundo, está liderando conscientemente este proceso que implicará, tarde o temprano, la plena bancarización de la actividad económica y prácticamente el abandono del uso del efectivo en las transacciones comerciales.
El euro digital, cuando se implemente, aportará menores costes de transacción y, por tanto, una mayor eficiencia monetaria. Algo de lo que todos los europeos acabarán beneficiándose.