La millonaria estadounidense Elizabeth Holmes dijo un sin número de veces que con la tecnología que había desarrollado, era posible realizar con una gota de sangre extraída —sin agujas y sin dolor— un amplísimo número de pruebas de laboratorio a un costo muy bajo.
Ese novedoso método, que resultó un fraude y una mentira, fue presentado al millonario estadounidense al empresario mexicano Carlos Slim.
El millonario mexicano creyó en la innovación presentada por Elizabeth Holmes, por lo que firmaron el 22 de junio de 2015 un acuerdo para prevenir a través del análisis de laboratorio la diabetes y otras enfermedades crónicas padecidas por la población mexicana.
La alianza con Elizabeth Holmes y Carlos Slim buscaba robustecer la implementación del Modelo Integrado para la Detección Oportuna (MIDO) en México,
Con el acuerdo se harían las pruebas de laboratorio de manera más rápida y eficiente. Es decir se facilitaba el acceso a estas pruebas y sus resultados.
Elizabeth Holmes fundó en 2003 la empresa Theranos, con la misión de hacer la salud accesible a todas las personas de manera oportuna a través de detección temprana.
Para lograr su sueño empresarial y comenzar con su ascenso empresarial dejó la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Stanford para construir Theranos alrededor de sus patentes y la firme creencia de que la información de salud es en sí misma un derecho humano.
“Hoy, dirige la compañía que ha roto el paradigma de la salud y la prevención gracias a la realización de pruebas de laboratorio con apenas una o dos gotas de sangre, en lugar de muchos tubos de sangre, y a costos mucho más bajos”, reveló la Fundación Carlos Slim.
Hace ocho años, Elizabeth Holmes fue coronada por la revista financiera Forbes como «la mujer hecha a sí misma más joven y más rica de Estados Unidos», publicó el diario español El Mundo.
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En ese momento, la empresa estadounidense tenía 31 años y era la presidenta y consejera delegada de Theranos, una empresa que presumía había revolucionado la medicina mundial, gracias a una prodigiosa tecnología que permitía hacer análisis con una muestra de apenas una gota de sangre.
La empresa fundada en California era un ejemplo e inspiración de ‘unicornio’. Es decir una compañía de nueva creación que no cotiza en Bolsa, pero cuyo valor es estimado en más de mil millones de dólares.
Theranos, una combinación de las palabras en inglés ‘terapia’ y ‘diagnóstico’, estaba valorada en 9 mil millones de dólares.
Forbes calculaba la fortuna de Holmes en unos 4 mil 500 millones de dólares, o 2 mil 200 millones de euros. Pero todo eso era una ilusión y un cuento de hadas, porque fue acusado de defraudar a los inversionistas con puras promesas.
Desde el 30 de mayo de 2023, Holmes está en la cárcel, a consecuencia de una condena de 11 años y 3 meses por fraude.
La empresa nunca desarrolló nada parecido a la tecnología que decía tener. Todo era mentira. Y la mentira podría haber continuado mucho más tiempo de no haber sido desvelada por el periodista John Carreyrou, del diario The Wall Street Journal.
Rupert Murdoch, el multimillonario dueño del diario y principal apoyo de Donald Trump en el panorama mediático estadounidense, dio luz verde al periódico para que investigara a Theranos, a pesar de que él era uno de los inversores en la empresa.
El resto fue la caída de Holmes del Olimpo empresarial al infierno. Aunque ella se agarró a todos los clavos – ardiendo o no – que encontró. Su primera línea de defensa fue la que recomiendan los cánones del siglo XXI: acusar a Carreyrou y al Journal de sexismo. Pero no había sexismo.
Tan solo fraude. Con todo, la empresaria ha usado todas las armas a su disposición, incluyendo una surrealista defensa del New York Times que le dedicó la portada de su revista dominical hace apenas dos semanas, o echar las culpas a su entonces pareja, Sunny Balwani, que era el director de Operaciones de la compañía. Así es como ha logrado eludir la cárcel durante ocho años.
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La historia de Theranos ofrece algunas claves acerca de las fallas de la gobernanza empresarial del siglo XXI.
Holmes creó una especie de ‘personaje público’ a imagen y semejanza del fallecido fundador de Apple, Steve Jobs, que hasta incluyó los jerséis de cuello de cisne que éste transformó casi en una especie de uniforme cuando comparecía en público.
El consejo de administración de Theranos se llenó de hombres ancianos, en su inmensa mayoría con poco a ninguna experiencia de ningún tipo en los mundos de la empresa, la innovación, la biomedicina ni, tan siquiera, el sector privado: el ex secretario de Estado y ex consejero de Seguridad Nacional, Henrry Kissinger; el ex general de los Marines y futuro secretario de Defensa, Jim Mattis; el ex almirante Gary Roughead; el ex secretario de Defensa William Perry; y los ex senadores Bill Frist y Sam Nunn.