La detención del obispo Rolando Álvarez y siete de sus colaboradores de la Iglesia católica ha impactado al mundo entero. El sacerdote era incómodo para el régimen de Daniel Ortega y hoy es acusado de querer desestabilizar a Nicaragua.
Para la comunidad internacional este hecho es condenable y un golpe directo a la Iglesia católica nicaragüense donde el número de creyentes católicos supera el 60 por ciento.
Esta historia de enfrentamiento entre la Iglesia y el poder de turno recuerda lo sucedido hace más de 40 años en otro país de Centroamérica como El Salvador donde la figura del monseñor Oscar Arnulfo Romero fue fundamental.
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Nombrado arzobispo de San Salvador en 1977 hasta su asesinato el 24 de marzo de 1980, el sacerdote denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno militar y se ganó por supuesto enemigos muy poderosos. Entre políticos y oligarcas del país.
Por su lucha constante a favor de sus compatriotas se le conocía por el sobrenombre de “La voz de los sin voz”.
La postura de Romero y su profundo compromiso a favor de los más pobres, lo colocó en la mira del Estado y de la opinión internacional, Mientras el primero lo calumniaba y amenazaba constantemente, en el extranjero se le apoyaba y reconocía su labor a favor de las víctimas de la violencia política.
El 14 de febrero de 1978 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown, en los Estados Unidos; en 1979, fue nominado al Premio Nobel de la Paz, y en febrero de 1980, la Universidad de Lovaina, en Bélgica, también le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa.
Para recibir el reconocimiento viajó a Europa, visitando al papa Juan Pablo II en El Vaticano, donde le trasmitió su inquietud ante la terrible situación que se estaba viviendo en su país.
“Sentir con la Iglesia” fue el lema episcopal de San Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, quien fue asesinado hace 42 años mientras celebraba la eucaristía, en un contexto marcado por la guerra civil. Romero trabajó en favor de los más desposeídos hasta el último suspiro.
En 1980 el país pasaba por una etapa violenta donde ningún derecho se respetaba, implantándose la represión de Estado como principio cotidiano y perseguía a la Iglesia católica.
En defensa de sus libertades, el pueblo salvadoreño se había organizado para resistir a la oligarquía, iniciando una guerra civil que duraría poco más de una década, sólo entre enero y marzo de 1980 las fuerzas de seguridad del Gobierno salvadoreño, unidades armadas y grupos paramilitares bajo control militar mataron a más de 900 civiles.
De hecho, quienes estaban en el poder, y los oligarcas que se negaban a perder sus privilegios, estaba estrechamente relacionados con el grupo paramilitar ORDEN y los escuadrones de la muerte como se llamaba a las bandas criminales a cuyo cargo estaba sembrar el terror, violentando cuanto derecho pudieran y exterminando a la población.
El 24 de marzo de 1980 monseñor Romero fue asesinado cuando oficiaba la misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia. Tenía 63 años de edad.
En su informe del año 2000, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señala a El Salvador como el responsable de diversas violaciones a los derechos humanos y culpables de ejecución extrajudicial.
El asesinato de monseñor Romero lo atribuye al militar Roberto D’Aubuisson Arrieta, líder de los escuadrones de la muerte y fundador de la extrema derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien jamás fue juzgado.
El 23 de mayo de 2015, el papa Francisco lo beatificó, reconociendo que fue asesinado in “odium fidei”, que en español se traduce como “en odio a la fe”.
En 2017, el papa Francisco firmó los documentos para su canonización. El 14 de octubre de 2018, “La voz de los sin voz” fue santificado como San Romero de América.
En la ceremonia el Santo Padre manifestó: “Es hermoso que junto a él y a los demás santos y santas de hoy, se encuentre Monseñor Romero, quien dejó la seguridad del mundo, incluso su propia incolumidad, para entregar su vida según el Evangelio, cercano a los pobres y a su gente, con el corazón magnetizado por Jesús y sus hermanos”
San Romero encabeza la lista de las víctimas de la impunidad en El Salvador porque no se han sentenciado a los responsables de su muerte ni de las casi 100 mil víctimas que quedaron marcadas para siempre por el largo enfrentamiento entre el Ejército y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
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En memoria de Romero, la Organización de Naciones Unidas declaró en 2010, el 24 de marzo, como Día Internacional del Derecho a la Verdad en relación con Violaciones Graves de los Derechos Humanos y de la Dignidad de las Víctimas.
Hoy el mundo entero condena este nuevo ataque a la democracia y la Iglesia católica, uniéndose con la esperanza de la pronta liberación de los religiosos cautivos.