Entre 1883 y 1996, unos 150 mil niños indígenas vivieron en una red de 139 centros financiados por el gobierno de Canadá, que eran administrados por grupos religiosos católicos.
Los golpes, las agresiones sexuales, la negligencia, el racismo y el repudio cultural fueron comunes dentro de sus muros. La excavación en una antigua escuela para niños indígenas reveló los restos de 215 alumnos de esa institución, destinada supuestamente a “integrar” a las minorías originarias y desplazadas del país.
La fosa común albergaba los restos de estudiantes de la Kamloops Indian Residential School en Columbia Británica, en el oeste de Canadá, que cerró en 1978, y simboliza un sistema que según el primer ministro Justin Trudeau fue un “capítulo vergonzoso de la historia de nuestro país”.
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Y es que el gobierno canadiense reconoce en la actualidad que fue un grave error la asimilación forzosa de los menores a través de los internados”. Algunos expertos calculan que más de 6 mil niños fallecieron en estos sitios.
El sistema de escuelas residenciales de Canadá, que separó por la fuerza a los niños indígenas de sus familias, constituyó un “genocidio cultural”, según concluyó una investigación sobre el ahora desaparecido sistema.
El internado, dirigido durante 80 años por la Iglesia católica con financiamiento del gobierno, estaba en la isla Kuper y la población más cercana era Chemainus, a 7 km en otra isla del archipiélago al oeste de Vancouver, Canadá.
Dos hermanas se ahogaron mientras intentaban escapar de la escuela en 1959. Pero hubo tantas muertes de estudiantes que nadie sabe con certeza si hubo más intentos con el mismo resultado.
El internado fue abierto en 1889 y a lo largo de casi un siglo de funcionamiento decenas de niños fallecieron, muchos de ellos siendo enterrados en tumbas sin nombre.
“Fui internado ahí en 1930″, dice Bill Seward, un antiguo estudiante de la Escuela Industrial, en el documental «Volviendo al círculo de sanación» realizado por Peter Campbell y Christine Welsh en 1997.
«El único idioma que sabía era mi lengua nativa. Pero cuando la hablaba, era castigado, mucho. Hubo muchas noches que me fui a la cama sin cenar, hambriento”.
El aislamiento no solo era marcado por los límites de la isla Kuper (hoy llamada Penelakut), sino también por las normas impuestas por los religiosos católicos para eliminar la cultura nativa de los niños.
Las Naciones Originarias de Canadá (en inglés llamadas First Nation) han denunciado durante décadas lo que muchos de sus niños vivieron en los internados, incluidas las desapariciones y muertes en circunstancias desconocidas.
Los esfuerzos de los últimos 20 años han llevado al hallazgo, hasta ahora, de más de mil 100 tumbas sin marcar en las que fueron enterrados los niños que nunca volvieron a sus casas.
La Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Canadá llegó a la conclusión en 2015 que 1 de cada 50 niños que asistieron a las residencias escolares falleció en esas instituciones. Pero el gobierno canadiense no ha participado en la búsqueda de los restos, por lo que son las tribus las encargadas de las investigaciones.
En los últimos meses se descubrieron más tumbas sin nombre, el 24 de junio, 751 cadáveres de niños, que no están en los registros oficiales, en el jardín del Internado Medieval en la provincia de Sakatchewan. Y en la provincia de Columbia Británica, se descubrieron los restos de 182 niños cerca de la Escuela residencial de St. Eugene Mission School en Cranbrook.
Las principales causas de muerte de los pequeños en las escuelas residenciales fueron los daños físicos, la desnutrición, las enfermedades y el abandono.
El Vaticano no había expresado una disculpa oficial, hasta la visita reciente del Papa Francisco quien pidió perdón por el papel que la Iglesia católica desempeñó en el brutal sistema de “escuelas residenciales para indígenas”.
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El gobierno canadiense separó de sus familias a niños y niñas indígenas y los obligaron a asimilarse a la cultura euro canadiense de la población blanca.
“Las escuelas residenciales han sido catastróficas. […] Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador”, dijo el papa Francisco durante el encuentro que mantuvo hace unos días con los pueblos indígenas de las Naciones Originarias de Canadá en la comunidad de Maskwacis, cerca de la ciudad de Edmonton, en Alberta.
“Duele saber que ese terreno compacto de valores, lengua y cultura, que confirió a sus pueblos un sentido genuino de identidad, haya sido erosionado, y que ustedes siguen pagando los efectos. […] Pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas”.
Evelyn Korkmaz quien pasó cuatro años en el internado para indígenas de St. Anne, en Fort Albany, Ontario y actualmente ayuda a otras personas sobrevivientes se pronunció sobre sobre las disculpas del pontífice católico,
“He esperado 50 años por esta disculpa y finalmente, hoy, la escuché. Por desgracia, muchos de mis familiares, amigos, compañeros de clase y miembros de mi comunidad que fueron enviados a estos internados no pudieron escucharla porque murieron por suicidio, por la adicción al alcohol o por el abuso de otras sustancias, ya que no pudieron soportar el trauma que sufrieron en esas instituciones”.
Además de una disculpa genuina del papa, los activistas indígenas exigen un rechazo formal del Vaticano de la Doctrina del Descubrimiento, que data de una bula o edicto papal emitido en 1450.
“[Esta doctrina] básicamente le dio un ‘poder’ a las naciones europeas para avanzar y conquistar cualquier territorio no habitado por los cristianos, territorios que eran denominados con la expresión latina terra nullius, donde nadie vive”.
“Pero sabemos que no fue solo un poder para avanzar y apoderarse de esas tierras. También permitió el uso de la fuerza que fuera necesaria para librar los territorios de cualquier persona no cristiana que habitara América del Norte y del Sur. Millones de personas fueron asesinadas, torturadas, abusadas, explotadas, esclavizadas”.
Muchos piensan que el “peregrinaje penitencial” del papa Francisco a través de Canadá debería impulsar una exhaustiva rendición de cuentas sobre el sistema de internados indígenas, para que las personas sobrevivientes encuentren la paz espiritual y justicia que tantos desean para ellos y sus seres queridos.