El gobierno de China recurre cada vez más al exterior para cubrir su creciente crisis alimentaria, a través de inversiones, adquisición de tierras de cultivo, cría de animales, equipos agrícolas y Propiedad Intelectual –en particular de semillas transgénicas–, rubros donde Estados Unidos es líder mundial.
Esa tendencia convierte a la Unión Americana en el principal socio comercial del gigante asiático y, a menudo, en un objetivo de los esfuerzos del gobierno chino para fortalecer su sector agrícola y la seguridad alimentaria.
Beijing firmó un acuerdo comercial con Estados Unidos en enero de 2020. Las compras de China de todas las clases de trigo de EU están en un máximo de siete años con 2.9 millones de toneladas, según los datos de ventas de exportación del Departamento de Agricultura estadounidense.
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En 2020, Estados Unidos exportó 122 mil millones de dólares a China. Los principales productos que EU exportó fueron habas (porotos, frijoles, fréjoles) de soja, aceites crudos de petróleo y minerales.
También Beijín ha reservado más trigo blanco estadounidense este año que cualquier otro país además de Filipinas, el principal comprador del grano.
La disminución de la tierra cultivable, los cambios demográficos y los desastres naturales agravan estas tendencias y presentan desafíos de seguridad alimentaria para los líderes de China, encabezados por el presidente Xi Jinping.
China enfrenta demandas crecientes en su producción agrícola que busca abordar a través de políticas, tecnología y actividades económicas. En 2021, importó una cantidad récord de maíz con 28.35 millones de toneladas métricas (tmm), 152% más que en 2020 y más del 10% de la estimación del Ministerio de Agricultura y Asuntos Rurales.
Un informe del Instituto de Desarrollo Rural de la Academia de Ciencias Sociales de China, de 2020, afirmó que «es probable que haya un déficit de cereales de unas 130 toneladas métricas, incluidas unas 25 toneladas métricas de cereales alimentarios básicos» para finales de 2025.
Beijing ha introducido políticas internas para promover la seguridad alimentaria y reducir el desperdicio de alimentos, las cuales han sido una prioridad del secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), Xi Jinping, desde que asumió el poder.
El presidente chino ha establecido políticas para expandir las tierras agrícolas nacionales y aprovechar las innovaciones en tecnologías agrícolas, como las líneas de semillas modificadas genéticamente, todo en un esfuerzo por reforzar la seguridad alimentaria.
La política de abastecimiento del gobierno asiático representa varios riesgos para la seguridad económica y nacional de Estados Unidos. Por ejemplo, la adquisición de rebaños de cerdos por parte de empresas chinas en suelo estadounidense puede ahorrarle dinero a la nación asiática y mejorar su capacidad interna.
Sin embargo, esto también podría reducir la necesidad de China de producción de origen estadounidense y redistribuir los efectos ambientales de los desechos porcinos a las comunidades estadounidenses.
Si se realizan más consolidaciones e inversiones chinas en activos agrícolas de Estados Unidos, China puede tener una influencia indebida sobre las cadenas de suministro estadounidense, el acceso de China a la Propiedad Intelectual agrícola estadounidense también puede erosionar la competitividad en la tecnología agrícola que respalda la producción de alimentos.
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Además, las adquisiciones ilícitas de semillas transgénicas por parte de China brindan un impulso para el desarrollo de dichas semillas por parte de Beijing, privan de ingresos a las empresas estadounidenses y ofrecen la oportunidad de descubrir vulnerabilidades en los cultivos estadounidenses.
Aunque Estados Unidos y China tienen aproximadamente la misma cantidad de tierra, la cultivable del país asiático se está reduciendo. Beijing posee sólo del 7 al 9 por ciento de la tierra fértil del mundo, pero alberga casi el 20 por ciento de la población mundial.
Estados Unidos tiene más de 375 millones de acres de tierra cultivable y una población de 329.5 millones. A lo largo de la última década, la rápida urbanización y el crecimiento industrial han invadido las tierras agrícolas, desplazado a los trabajadores agrícolas y reducido la tierra de la que dependen las comunidades para el trabajo agrícola.
Además, los desafíos de la contaminación del suelo y el agua amenazan aún más la disponibilidad de tierra cultivable. El rápido crecimiento urbano ha contaminado significativamente las tierras de cultivo del país, lo que ha destruido cosechas y suscitado preocupaciones sobre la seguridad alimentaria.
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