CIUDAD DE MÉXICO, México. — Desde hace una década, China Development Bank y China Export-Import Bank se convirtieron en los más grandes prestamistas en América Latina y el Caribe.
Aunque las cantidades de préstamos han disminuido en últimos años y no hubo tales préstamos de desarrollo para América Latina y el Caribe en 2020 y 2021, años en que la pandemia de Covid-19 provocó la recesión económica más importante en la historia.
Los préstamos acumulados ascendieron a 138 mil millones de 2005 a 2021, con Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina, siendo los principales receptores de dinero de los bancos de desarrollo de China, según el Instituto Norteamericano de la Empresa (AEI).
El compromiso de China con América Latina y el Caribe ha crecido significativamente desde 2001, particularmente en términos de relaciones diplomáticas y económicas.
Este crecimiento refleja los esfuerzos globales de «poder blando» de Beijing y las «operaciones de influencia» en todo el mundo.
Latinoamérica adquiere particular interés por tratarse de mercados demandantes de sus bienes y servicios, sus manufacturas y tecnologías, en el marco de las estrategias de internacionalización y ganancias de competitividad global.
Desde 2015, el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, ha participado en tres cumbres con líderes y cancilleres de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), una organización regional que excluye a Estados Unidos y Canadá.
La República Popular China ha firmado varios acuerdos de asociación bilateral con países de Latinoamérica, incluidas “asociaciones estratégicas integrales” con Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú y Venezuela.
Minas, líneas ferroviarias y centrales hidroeléctricas contemplan el abanico de proyectos con financiación china en América Latina. A principios de la década de 2000, la potencia asiática descubrió la región al otro lado del Pacífico como mercado de ventas, fuente de materias primas y destino de inversiones.
De acuerdo con las estadísticas oficiales de la balanza de pagos de los países de la región, a partir de 2010 se inició un período de gran dinamismo en el que las entradas de la Inversión Extranjera Directa (IED) provenientes del gigante asiático comenzaron a superar los mil millones de dólares anuales y alcanzaron un máximo cercano a los tres mil millones de dólares en 2011, informó la Cepal.
Con este crecimiento, China llegó a representar el 1.6 por ciento de las entradas de IED de la región en 2018, participación que aún era baja en comparación con la de los orígenes tradicionales, como la Unión Europea (50 por ciento) o Estados Unidos (22 por ciento).
Las estadísticas oficiales de la balanza de pagos registran sólo el capital que entró directamente desde China, por lo que subestiman la presencia de empresas de ese país en la región. De hecho, utilizando fuentes de datos complementarias, se identifica una mayor participación de las empresas chinas.
El gigante asiático se ubicó entre los principales inversores de América Latina y el Caribe en la modalidad de fusiones y adquisiciones transfronterizas: en 2020 sus acuerdos representaron la mayor participación. En el monto total de las fusiones y adquisiciones de la región Beijing pasó de un 1.7 por ciento entre 2005 y 2009 a un 16.3 por ciento entre 2015 y 2019.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) dijo que en el caso de los anuncios de proyectos, en cambio, el peso de las empresas chinas en el monto total ha sido más estable, y el máximo se alcanzó entre 2015 y 2019, cuando fue de un 6.4 por ciento.
En cuanto a los sectores de destino de las inversiones chinas, es posible distinguir dos fases: La primera de inversiones chinas en la región, que tuvo lugar en la década de 2000 y hasta inicios de 2010, se caracterizó por inversiones en hidrocarburos, minería metálica, agricultura y pesca.
En la segunda, a partir de 2010, comenzó un proceso paulatino de diversificación, y las empresas chinas comenzaron a invertir en electricidad, construcción de infraestructura de transporte, principalmente puertos, y, en menor medida, en manufactura, el sector financiero y las tecnologías de la información y las comunicaciones.
La inversión de China en los sectores de las telecomunicaciones y la alta tecnología aumentó en los últimos años como reflejo de la estrategia de expansión digital del país y del peso creciente que sus empresas digitales tienen en el mundo, en lo que parece una carrera parejera con Estados Unidos.
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