Tras unas ajustadas elecciones, Chile ya tiene nuevo presidente electo: Gabriel Boric, un exsindicalista de izquierda de 35 años.
Boric venció a José Antonio Kast, el candidato de ultraderecha, el pasado domingo, obteniendo cerca del 56% de los votos frente al 44% que consiguió Kast. En total, más de ocho millones de chilenos acudieron a las urnas para participar en la segunda vuelta, es decir, el 55% del electorado. Este el porcentaje más alto de participación desde que el voto dejara de ser obligatorio en el país en 2012.
Los chilenos tuvieron que elegir entre dos opciones completamente opuestas. Kast, un conservador de ultraderecha que lleva décadas en la política y que se presenta como un hombre religioso al mando de una familia de nueve hijos, ha expresado opiniones polémicas como negar que haya habido persecución política durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Boric, en cambio, es de la generación que apenas llegó a vivir bajo la dictadura militar y que desde hace algunos años reclama romper con el orden económico y social heredado de aquel régimen. Su popularidad nace de protestas contra la desigualdad y el difícil acceso a la educación.
Fue estudiando Derecho que se involucró en movimientos de izquierda y de representación de estudiantes. Con ellos participó en la movilización estudiantil de 2011, que reclamaba más financiación estatal a la educación, que estaba ampliamente en manos del sector privado.
A raíz de estas protestas surgió una nueva generación de políticos jóvenes de izquierda, como Camila Vallejo y Gabriel Boric. De hecho, Boric le arrebató la presidencia de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile aquel año, lo que le dio más protagonismo durante la movilización.
Dos años después, Boric dejó definitivamente sus estudios para convertirse en diputado por la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, donde nació. Durante su carrera política, ha participado en comisiones como la de Derechos Humanos y Pueblos Originarios, la de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento; y la de Zonas Extremas y Antártica Chilena. Además, se le vio asistiendo a las protestas del estallido social de 2019.
Este malestar social es el que le ha llevado a la presidencia en momentos en los que Chile esboza el borrador de una nueva Constitución que reemplazará a la que dejó Augusto Pinochet. “Si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”, dijo este domingo.
Entre sus promesas electorales está la de descentralizar el país, incrementar el estado de bienestar, aumentar el gasto público y conseguir un gobierno más inclusivo con minorías como los pueblos originarios y el colectivo de no binario.
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