Tres expertos comparten este año el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en Memoria de Alfred Nobel 2021, o como comúnmente se le conoce: el Nobel de Economía.
El canadiense David Card, el estadounidense-israelí Joshua Angrist y el neerlandés-estadounidense Guido Imbens se repartirán la suma de 10 millones de coronas suecas (unos US$1,1 millones) como reconocimiento a sus aportes en el campo de la economía. De los tres, a Card le corresponde la mitad del premio, según lo decidido por la Academia Sueca de las Ciencias, mientras que los otros dos galardonados recibirán una cuarta parte cada uno.
La Academia ha querido premiar este año los esfuerzos de realizar estudios prácticos o experimentos naturales, como se les conoce en las ciencias económicas, algo que es más difícil de llevar a cabo en esta disciplina. Por eso, destacó en una nota de prensa “las contribuciones empíricas a la economía del trabajo” realizadas por Card y “las contribuciones metodológicas al análisis de las relaciones causales” que han hecho Angrist e Imbens.
“Muchas de las grandes preguntas en las ciencias sociales tienen que ver con la causa y el efecto… Estas son preguntas difíciles de responder porque no tenemos nada que podamos usar para hacer comparaciones”, afirmó la Academia. “Sin embargo, los laureados de este año han demostrado que es posible responder a este tipo de preguntas y otras similares usando experimentos naturales”.
La “clave”, según la Academia, está en utilizar “situaciones en las que eventos fortuitos o cambios de políticas resultan en grupos de personas recibiendo un trato diferente, en una forma que se parece a los ensayos clínicos que se hacen en medicina”.
Esta oportunidad le llegó a Card en 1992, cuando el Estado de Nueva Jersey subió el salario mínimo de forma que se pasó a ser el más alto de Estados Unidos. El canadiense y otro economista de renombre, Alan Krueger, aprovecharon la situación para estudiar si, como hasta entonces se creía fervientemente, un suceso así aumentaría el desempleo.
Los dos economistas estudiaron el caso de 400 negocios a los dos lados de la frontera entre Nueva Jersey y Pensilvania, donde el salario mínimo no había sufrido ningún cambio. El resultado fue que no hallaron nada que probara que aumentar el salario mínimo de los trabajadores fuera a provocar la pérdida de empleos al encarecerse los costes laborales.
Este tipo de experimentos naturales son los que la Academia resaltó. En el caso de Angrist e Imbens, ambos ayudaron también en la década de los 90 a establecer el marco metodológico para alcanzar conclusiones precisas en este tipo de experimentos.