Alemania ha decidido cambiar de rumbo tras 16 años bajo el mando de quien fue considerada la mujer más poderosa del mundo por la revista Forbes durante toda una década: la canciller Angela Merkel.
A sus 67 años, la lideresa de la Unión Demócrata Cristiana de Alemania (CDU por sus siglas en alemán) tenía decidido desde 2018 no presentarse más a elecciones, abriendo un atropellado proceso dentro de su partido para hallarle un sucesor que garantizara la victoria.
La elegida, Annegret Kramp-Karrenbauer, tuvo que dimitir dos años después tras varias críticas y una crisis desatada por una rama regional de su partido en Turingia, que cruzó una línea roja y apoyó a un partido de ultraderecha para formar gobierno, desautorizándola. Fue reemplazada por Amin Laschet, quien a duras penas consiguió el mínimo necesario de apoyos para ponerse a la cabeza de la CDU.
Sin embargo, su apuesta no ha resultado ganadora en los comicios del domingo. La CDU dejó de ser el partido más votado del país al obtener apenas 196 de 735 escaños junto a su socio, la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU), es decir 50 menos que en las elecciones de 2017. El título del partido más votado pasó al Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), aunque por un margen mínimo, ya que este consiguió 206 curules.
El resultado es que ahora comienza un periodo de debates y negociaciones que pueden alargarse durante meses. Los diferentes partidos que han conseguido representación en el parlamento deberán ponerse de acuerdo a través de alianzas, promesas y concesiones para elegir al próximo canciller que lidere, no solo Alemania, sino en la práctica también la Unión Europea, pues este país representa la economía más grande del bloque.
Es por eso que Europa observa de cerca el proceso electoral alemán. Una posible elección de Olaf Scholz, el líder del SPD, podría significar cambios como una reforma fiscal europea más flexible y un manejo de la economía más moderado. Scholz se ha mostrado inclinado a formar una coalición con los Verdes y los liberales para hacerse con la cancillería.
Laschet, sin embargo, no se ha rendido y todavía tiene posibilidades de mantener el gobierno alemán en manos de la CDU. El margen entre ambos partidos es mínimo (25,7% de los votos para el SPD frente al 24,1% obtenido por la CDU), así que hay mucho espacio para negociar tras los que han sido los comicios más ajustados de las últimas décadas.