El líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, Abimael Guzmán, falleció la semana pasada en Lima tras 29 años de encierro, abriendo un polémico debate en Perú sobre qué hacer con sus restos.
Guzmán, de 86 años, murió en el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao, una cárcel creada especialmente para él tras su captura, en 1992. Ahora, sus allegados intentan recuperar su cuerpo para darle sepultura, mientras que otros exigen que esto no suceda, temerosos de que su tumba se convierta en un lugar de peregrinaje para sus seguidores.
Guzmán fue el fundador y cabecilla de la organización terrorista más violenta que haya existido en ese país. Utilizando la influencia que tenía sobre sus estudiantes como profesor de Filosofía en la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, en el sur de Perú, fue ganando adeptos hasta crear Sendero Luminoso alrededor de 1970.
El grupo definía su ideología como marxista-leninista-maoísta o pensamiento Gonzalo, en referencia al alias de Guzmán: Camarada Gonzalo. Tras ganar presencia en varias universidades del país en una época de dictaduras militares, no fue hasta llegar la democracia, en 1980, que Sendero Luminoso empezó a perpetrar acciones violentas como parte de lo que llamó “la guerra popular”.
Atentados con coches-bomba, apagones causados por ataques a líneas de alta tensión, cadáveres de perros colgando en la calle y masacres en zonas rurales fueron lo que conformaron esta llamada “guerra popular”. Se calcula que más de 30.000 personas fallecieron a manos de Sendero Luminoso, una cifra que se eleva a cerca de 70.000 si se le suma las víctimas que las fuerzas de seguridad del Estado peruano causó en la lucha antisubversiva.
Tras su captura, Guzmán anunció un tratado de paz que no todos los miembros de su agrupación aceptaron. Si bien la fuerza de Sendero Luminoso se redujo considerablemente, aún existen remanentes en zonas remotas del país que desconocen a Guzmán como líder y continúan enfrentándose al Ejército peruano. Según este último, el incidente más reciente ocurrió el 24 de mayo de este año, cuando 16 personas fueron asesinadas por el Militarizado Partido Comunista del Perú, una vertiente de exsenderistas aliada con narcotraficantes.
El arresto de Guzmán ocurrió durante el régimen de Alberto Fujimori, e incluso hoy sea utilizado por sus seguidores como una baza para mantener su popularidad y defender su mandato. Muchos votantes de su hija, Keiko Fujimori, lo señalan como el fin del terrorismo y el motivo por el que apoyan que la familia Fujimori vuelva al gobierno.
Las heridas dejadas por Sendero Luminoso todavía están abiertas, con las familias de al menos 20.000 desaparecidos todavía en busca de saber qué sucedió con sus seres queridos. A esto se suma el hecho de que algunos de los remanentes de Sendero puedan ser a la vez víctimas de la propia organización, que durante muchos años secuestró niños para engordar sus filas. Por ejemplo, Alejandro Borda Casafranca, alias Camarada Alipio, murió en una emboscada del Ejército en 2013, cuando era el número 2 de la cúpula de Sendero. Él, a su vez, figuraba en la lista de desaparecidos después de que, a los 16 años, fuera a trabajar a la selva y nunca volviera.
Ahora, el país se debate entre permitir a los allegados de Guzmán celebrar un velorio y entierro o impedir cualquier tipo de ceremonia que pueda servir para homenajear al fundador de un movimiento que todavía deja víctimas. Cualquier tipo de homenaje podría ser considerado delito de apología al terrorismo.
El gobierno ha dicho que prefiere que el cadáver sea incinerado, pero a la vez ha admitido que no tiene competencias sobre esto. Su único familiar es Elena Iparraguirre, su esposa, también presa por terrorismo en la Base Naval del Callao.