El retorno de Afganistán a manos de los Talibanes ya es considerado el peor revés geopolítico de Estados Unidos desde la caída de Saigón, en abril de 1975, un episodio que marcó el final de la Guerra de Vietnam y, a la vez, la primera derrota militar del gigante norteamericano.
Ahora, el presidente estadounidense, Joe Biden, se encuentra en una encrucijada en la que tiene que balancear su popularidad entre sus ciudadanos y la imagen de su país en el exterior. Mientras tanto, miles de afganos, sobre todo afganas, han empezado a perder las libertades a las que se habían ido acostumbrando en los últimos 20 años.
Aquí, tres claves para entender qué sucede en Afganistán.
El origen y el por qué
La invasión estadounidense a Afganistán comenzó en octubre de 2001 como consecuencia directa de un hecho ocurrido un mes antes: los atentados terroristas del 11 de septiembre, en los que fallecieron cerca de 3.000 personas.
El ataque fue perpetrado por el grupo terrorista islámico Al-Qaeda, que había convertido Afganistán en su centro de operaciones. Allí se encontraba su líder, Osama Bin Laden.
El gobierno estadounidense exigió la extradición de Bin Laden, algo que su par afgano le negó alegando que no había evidencias convincentes para permitirla. Así fue como EE.UU. acabó uniendo fuerzas con aliados como Reino Unido, Australia y Canadá para invadir el país y desmantelar Al-Qaeda.
Una década después, Bin Laden fallecía a manos del ejército estadounidense pero no en Afganistán, sino en Pakistán. Para entonces, el objetivo de Washington en terreno afgano ya no era desmantelar Al-Qaeda sino que se había expandido a reformar el gobierno afgano (y su sociedad).
Libertades en duda
Con el Talibán reducido a un movimiento insurgente perseguido por las fuerzas estadounidenses, los afganos comenzaron a abrazar libertades antes prohibidas por la estricta aplicación de la Ley Islámica que imponían los talibanes.
Las mujeres empezaron a trabajar, a utilizar prendas más allá del burka y el niqab y a salir a la calle sin necesidad de estar acompañadas de un hombre de su familia. Las niñas comenzaron a asistir al colegio e incluso a las universidades. Empezaron a verse mujeres hasta en el Parlamento.
También los hombres disfrutaron de la desaparición de las restricciones impuestas por los talibanes durante su primer gobierno. En aquella época, la música estaba prohibida para todos, a excepción de algunos cantos religiosos, y libertades como la de expresión y religión también estaban suprimidas.
Ahora que los talibanes vuelven a estar al poder, muchos afganos huyen con pavor de lo que seguramente será una sociedad mucho menos libre de la que han visto durante las últimas dos décadas.
Los talibanes han dicho que las mujeres podrán seguir trabajando y estudiando “según lo que dice la Ley Islámica y de acuerdo a nuestros valores culturales”, explicó a la prensa internacional recientemente un portavoz. Pero este no quiso dar detalles de a qué se refería.
Medios de comunicación internacionales, sin embargo, ya han reportado violaciones de derechos humanos en varias partes del país a medida que los estadounidenses retrocedían y el control talibán ganaba terreno.
Colaboradores abandonados
Muchas mujeres temen represalias de los talibanes por haber realizado durante la invasión estadounidense actividades como trabajar o participar en política o activismo. Incluso, por tener educación superior.
Pero no solo ellas están asustadas. Al haber ocupado un país durante 20 años, Estados Unidos ha necesitado mucha mano de obra y cooperación local. Muchos de estos colaboradores creen ahora que tener un empleador estadounidense en su currículum puede convertirlos en blancos de los talibanes y sienten que el gobierno de EE.UU. los ha dejado abandonados a su suerte.
Varios de ellos se encuentran ahora en el aeropuerto de Kabul, la capital afgana, luchando por un espacio en un avión. De ahí han salido escenas como las de una aeronave militar invadida por centenares de pasajeros que despegó pese a sobrepasar su capacidad de carga.
A pesar de este panorama caótico y el futuro incierto en el que se han quedado atrapados millones de afganos, la retirada de Afganistán es un viejo reclamo de la sociedad estadounidense. Según una encuesta reciente de NBC News, el 61% de estadounidenses piensa que la guerra en Afganistán no merece la pena.
Con lo que muchos no están de acuerdo es la forma en la que la retirada se ha ejecutado. Según un sondeo de CBS y YouGov, el 74% de los estadounidenses creen que la retirada ha salido algo mal o muy mal.
En lo que hay incluso una mayoría más grande es en la idea de otorgar refugio a los afganos que colaboraron con EE.UU: según esta última encuesta, el 81% apoya que se les ayude a dejar el país.