La contienda por la presidencia de Perú se libra voto a voto desde este domingo, cuando más de 18 millones de peruanos acudieron a las urnas para decidir en una segunda vuelta quién los gobernará los próximos cinco años: Keiko Fujimori, la hija del exdictador Alberto Fujimori, o Pedro Castillo, un profesor y sindicalista de izquierda en una humilde localidad indígena de los Andes.
Con visiones conservadoras muy parecidas en materia de libertades civiles (ambos están en contra del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo) pero antagónicas en lo económico, tener que elegir entre Fujimori y Castillo ha acrecentado la división dentro la sociedad peruana, polarizando aún más un país que lleva más de 30 años dividido entre el fujimorismo y antifujimorismo.
Desde 2011, las elecciones han girado en torno al mismo dilema: conseguir que un Fujimori vuelva a la presidencia o hacer todo lo posible por evitarlo, votando por quien sea que tenga más posibilidades de ayudar a esta causa. En 2011, este fue Ollanta Humala, un candidato de izquierda que una vez en el poder acabó dando un giro a la derecha. En 2016, le tocó el turno al candidato de derecha Pedro Pablo Kuczynski (PPK).
Con apenas un puñado de representantes en un Congreso controlado por los fujimoristas, PPK y su sucesor, Martín Vizcarra, enfrentaron una constante oposición legislativa que, junto a investigaciones por corrupción, acabaron en la salida de ambos. Este 2021, la inestabilidad política de los últimos cinco años y décadas de desilusión con los políticos locales han llevado al país a un balotaje entre dos candidatos que, juntos, solo sumaron el 32% de los votos en la primera vuelta.
El resultado es una elección en la que cada décima y hasta centésima cuenta. La diferencia entre un candidato y otro no llega al punto porcentual. Con el 95,799% de las actas contabilizadas, Pedro Castillo lidera los comicios con 50,220% de los votos mientras que Keiko Fujimori acumula el 49,780%. Todavía quedan actas por contar en el interior del país y en el extranjero, desde donde son trasladadas físicamente por personal diplomático para que sean digitalizadas en Lima. Según los expertos, las primeras tienen más posibilidades de ser favorables a Castillo mientras que las últimas, podrían beneficiar a Fujimori.
Para esta candidata, la victoria puede marcar la diferencia entre convertirse en la primera mujer que dirige el Perú o ser enjuiciada por corrupción, lavado de activos y crimen organizado, entre otros delitos. A Castillo, por su parte, le pesan un plan de gobierno difuso y la sombra de Vladimir Cerrón, presidente de su partido, Perú Libre, un político marxista de discurso radical condenado por negociación incompatible en agravio del Estado.
Las ideas de Cerrón y la inclinación izquierdista de Castillo han sido capitalizadas por el fujimorismo, ayudándole a ganar terreno entre los propios antifujimoristas presentándose como el “mal menor” en oposición a un destino que ha sido equiparado con Cuba, Venezuela y hasta la Rusia de la época soviética. Con ayuda de un amplio sector de la prensa tradicional y empresas auspiciando publicidad encubierta a su favor, Keiko Fujimori consiguió erigirse durante la última fase de la campaña electoral como la única opción para salvaguardar el llamado “modelo económico” que ayudó a reducir la tasa de pobreza del 55% en 2001 al 20% en 2019. Un discurso que le ha valido el apoyo de Lima y la costa norte del país.
En el otro bando, Pedro Castillo, ha canalizado el descontento y la frustración de los olvidados por este modelo, cuya fragilidad quedó en evidencia durante la pandemia. La bonanza no sirvió para crear un sistema de salud sólido, por el contrario, Perú ha sido el país con más muertes por Covid-19 per cápita. Con infraestructuras sanitarias débiles y deficientes, más de 180.000 peruanos han fallecido víctimas de un virus que ha dejado escenas de hospitales saturados de pacientes y cadáveres, gente muriendo en sus puertas y enfermos teniendo que buscar su propio balón de oxígeno en el mercado negro. El modelo tampoco fue capaz de contener la nueva clase media durante la pandemia: en solo un año, miles de peruanos volvieron a la pobreza, cuya tasa se disparó 10 puntos porcentuales hasta alcanzar el 30%. Para ellos, pese a su falta de experiencia, previsión y claridad de ideas, Castillo es un voto de protesta.
Keiko Fujimori, cuyo padre se encuentra en la cárcel condenado por corrupción y delitos contra los derechos humanos, ha denunciado indicios de fraude que han sido desmentidos por las instituciones internacionales que ejercen de observadoras de los comicios. A los peruanos no les queda más que estar atentos durante los próximos días a cómo evolucionen las décimas y centésimas que se actualizan constantemente en la página de resultados de la Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) para saber qué les espera los siguientes cinco años.