La Unión Europea (UE) prohibió esta semana los vuelos a y sobre Bielorrusia, después de que las autoridades de este país desviaran el domingo con mentiras un avión que volaba sobre su territorio con el único objetivo de detener a un periodista bielorruso que viajaba en él. Estados Unidos y Reino Unido se unieron con condenas y críticas a un gobierno que lleva 27 años en las mismas manos, las de un hombre que ya es conocido como “el último dictador de Europa”: Aleksandr Lukashenko.
Este antiguo director de una granja estatal soviética lleva 27 años en el poder desde que se convirtiera en 1994 en el primer (y único) presidente de la recién creada República de Belarús, más conocida como Bielorrusia. Se le acusa de manipular elecciones y encarcelar a los candidatos opositores para poder mantenerse al mando de este antiguo Estado soviético.
A sus 66 años, ya va por su sexto gobierno de cinco años. Su cercana relación con Rusia, de quien recibe apoyo económico y político, ha resultado clave para permanecer en control de un territorio de 207.000 kilómetros cuadrados que limita con Rusia, Ucrania y tres miembros de la UE: Lituania, Letonia y Polonia.
Hijo de una madre obrera y humilde que lo tuvo que criar sola, Lukashenko se abrió camino en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) empezando con un breve paso por el ejército para luego dejar la vida militar y unirse al Partido Comunista. Allí fue escalando y ganando popularidad hasta ser elegido en 1990 parlamentario de la República Socialista Soviética de Bielorrusia.
Fue el único diputado que votó en contra del acuerdo por el que se disolvió la Unión Soviética. Sin embargo, fue esta escisión la que lo llevaría al poder. En 1994, ganó los comicios presidenciales y, desde entonces, ha sido reelegido cada lustro.
Sus detractores le reprochan acciones como el referéndum de 1996, con el que consiguió modificar la Constitución para ampliar sus competencias presidenciales. Semión Sharetski, jefe del Parlamento en aquella época, calificó la votación de “farsa” debido a “miles de violaciones e irregularidades”, según publicó entonces el diario español El País. Estados Unidos tampoco reconoció la consulta popular.
Los expertos marcan este referéndum como el inicio del régimen autoritario de Lukashenko. Entre los cambios, se permitió al presidente nombrar a los jefes de las administraciones provinciales en vez de someter esos cargos a votación popular, se le dejó tener fondos que no estaban sujetos a ningún control, de decidió no permitir la compraventa de tierras y mantener la pena de muerte.
En la actualidad, Bielorrusia en un país que asegura tener una economía de mercado, sin embargo, los extranjeros no pueden poseer terrenos y los nacionales solo pueden tener una granja con un máximo de una hectárea de tierra para fines agrícolas. Las empresas privadas casi no existen en el país.
Lo que más preocupa del régimen de Lukashenko son las numerosas denuncias de violaciones a los derechos humanos. La prensa está controlada por el gobierno y, solo entre mayo y octubre del año pasado, Amnistía Internacional documentó 400 casos de represión contra periodistas, entre los que hubo arrestos, tortura y malos tratos. Las iniciativas de asociaciones independientes para monitorear el respeto a los derechos humanos también han sido perseguidas, según la ONG.
La última víctima de esta persecución ha sido el periodista Roman Protasevich, conocido por su postura de oposición al gobierno. Él era el pasajero que viajaba en el avión de la compañía Ryanair que fue desviado con engaños a Minsk, la capital bielorrusa. Protasevich, que vive en el exilio desde 2019, viajaba de Grecia a Lituania, una ruta que sobrevuela territorio bielorruso. En este espacio aéreo fue que las autoridades bielorrusas ordenaron a la aeronave aterrizar, asegurando que había información de que esta cargaba una bomba.
Protasevich, de 26 años, fue arrestado junto a su novia en plena pista de aterrizaje, donde los pasajeros fueron obligados a desembarcar. Líderes de la UE calificaron este acto de “secuestro” y respondieron con sanciones, pues Ryanair es una compañía con sede en la UE (Dublín, Irlanda) y el trayecto que seguía Protasevich comenzaba y terminaba en países miembros.
Lukasehnko, que en los últimos años ha perdido popularidad y ha tenido que enfrentar protestas que reprimió duramente, acusa a Protasevich de haberlas organizado. Ahora, se refugia más que nunca en Rusia, después de que Bielorrusia haya quedado aún más aislada de Occidente de lo que ya estaba.