Mientras muchos países se enfrentan a una grave crisis económica causada por la pandemia, en China, hay una bomba de relojería aún más preocupante: la falta de bebés.
Hace un par de semanas, medios de comunicación como el Financial Times alertaban que China estaba preparando un reporte en el que admitiría que en 2020 vivió su primer descenso demográfico anual de los últimos 60 años. Al final, esto no sucedió: la población china sí se incrementó el año pasado. Pero los datos arrojan que el gigante asiático vivió entre 2010 y 2020 su década de crecimiento poblacional más lento desde que se tienen registros.
Su número de habitantes aumentó en promedio un 0,53% en este periodo, frente a la media de 0,57% de la década de 2000 y 2020. En la actualidad, 1.410 millones de personas viven en China, el país más poblado del mundo, lo que quiere decir que la población solo subió un 5,4% desde que se realizara el último censo en 2010. Antes de los 2000, esta cifra siempre fue de dos dígitos.
Los datos proceden del censo llevado a cabo a finales de 2020 y también reflejan el envejecimiento demográfico de China: los mayores de 60 años ya representan el 18,7% de la población, es decir, 5,44 puntos porcentuales más que en 2010.
Los menores de 14 años, en cambio, suponen el 17, 95% de los habitantes: 1,35 puntos porcentuales más que en el censo pasado. La conclusión es que la población mayor crece cuatro veces más rápido que la joven, convirtiendo a China en el país con el envejecimiento demográfico más rápido del mundo, según el diario español El País.
Esta desproporción preocupa a las autoridades: el futuro que predicen las cifras es el de una nación donde, dentro de cuatro años, al menos una de cada cuatro personas tendrá más de 65 años y una esperanza de vida de más de más de 77 años, mientras que la fuerza laboral se reduce sin suficiente reemplazo. Las inquietudes de cómo una mano de obra más escasa conseguirá sustentar una economía que tiene que responder a las necesidades de las generaciones mayores ya están presentes en los planes nacionales.
Para incentivar los nacimientos, el gobierno chino ha tomado medidas como eliminar en 2015 la política de hijo único que había regido desde 1979. Hasta entonces, las parejas no podían tener más de un niño si no querían recibir sanciones económicas.
El objetivo era controlar la superpoblación en un país que alberga a la quinta parte de habitantes del mundo. Ahora, este límite se ha ampliado a dos hijos.
Aún así, el número de nacimientos sigue cayendo. El año pasado, se registraron 12 millones, lo que supone una caída del 18% respecto a 2019. Muchos jóvenes chinos prefieren no tener hijos y disfrutar de la independencia y ocio que hoy son posibles gracias a tantos años de bonanza económica en su país.