El gobierno de Japón aprobó esta semana un plan que ha generado mucha controversia a nivel internacional: verter en el océano Pacífico un millón de toneladas de agua contaminada que procede de la central nuclear de Fukushima.
El agua es una mezcla de la que se utiliza para enfriar los reactores nucleares y la que se cuela a diario debido a las lluvias y a las filtraciones del subsuelo. El resultado es una acumulación de 1,25 millones de toneladas que crece a un ritmo de 140 toneladas diarias, según explica el diario británico The Guardian. Los más de 1.000 tanques que se emplean para almacenarla dejarán de ser suficientes pronto si no se toman medidas.
La central está siendo desmantelada, después de que un terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter generara en 2011 un tsunami que arrasó con la ciudad de Fukushima y sus instalaciones de energía nuclear. El desastre es considerado uno de los mayores accidentes nucleares de la historia y ya entonces liberó grandes cantidades de agua radioactiva al Pacífico.
Japón ha implementado procedimientos para contener el agua, entre los cuales está la creación de un “muro de hielo”: tuberías por las que fluye un líquido refrigerante que congela la tierra que le rodea, volviéndola impermeable. Así, por un lado evita que las aguas subterráneas que bajan de las montañas entren al subsuelo de la planta y se contaminen; y por el otro, impide que el agua radioactiva salga de la central.
El agua es procesada para hacerla menos tóxica. Pero, si bien se consigue eliminar la mayoría de isótopos radioactivos, muchos como el tritio no logran eliminar. Sin embargo, Japón argumenta que este solo es dañino en grandes cantidades y que el resultado final de su proceso de limpieza es agua con niveles radioactivos por debajo de los estándares internacionales para las aguas residuales de centrales nucleares.
¿Y por qué no construir más tanques? La compañía responsable de la gestión de la planta, Tokyo Electric Power Co (TepCo), asegura que esta opción dificultaría el desmantelamiento de la central nuclear. Es por eso que el gobierno japonés lleva dos años debatiendo qué hacer con estas aguas radioactivas.
Países vecinos como China y Corea están en contra de que el agua acabe en el mar. La misma opinión tienen entidades defensoras del medio ambiente, como Greenpeace. Sin embargo, Estados Unidos alaba la “transparencia” con la que Japón está lidiando con este problema y el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) considera que el vertido es “factible”, según informa el diario español El País.
¿Un vertido seguro?
Japón insiste en que tomará todas las medidas necesarias para que el agua sea depositada de manera segura en el océano. Para empezar, no verterá las más de un millón de toneladas de golpe, sino que lo hará durante décadas y comenzando dentro de dos años.
Los defensores del medio ambiente, en cambio, afirman que materiales radioactivos como el carbono-14 pueden concentrarse en la cadena alimentaria y dañar el ADN.
El sector pesquero también está preocupado, ya que Fukushima era uno de sus bastiones y desde el accidente, aún cuesta convencer a los consumidores de que los productos procedentes de allí son seguros. El vertido les haría esta tarea aun más difícil.